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viernes, 11 de diciembre de 2015

El Comunismo Progresivo Del QE

Peter Schiff*

La mayoría de economistas e inversores reconocen con facilidad que el periodo actual de activismo del banco central –caracterizado por episodios prolongados de flexibilización cuantitativa y tasas de interés de cero por ciento–, es un sendero recién abierto en la historia de la economía. Y mientras que algunos chocan con estas políticas por parecerles contrarias a la razón, de final abierto e inimaginablemente costosas, la mayoría expresa confianza en que nuestros banqueros centrales – extremadamente educados y basados en datos –tienen gran idea de hacia dónde se dirige este nuevo sendero y de cómo mantener los vagones unidos durante el recorrido del mismo.  

Pero resulta que en realidad no hay mucha necesidad de conjeturas. A medida que los Estados Unidos entran en su octavo año de tasas de interés de cero por ciento, nosotros deberíamos estar buscando un guía disponible a lo largo del camino de la flexibilización perpetua. Japón ha estado haciendo lo mismo por, al menos, 15 años más que nosotros. Por desgracia, a nadie parece importarle o sorprenderle, que ellos sean tan incapaces como lo somos nosotros de encontrar una salida viable. Cuando Virgilio guio a Dante a través del infierno, al menos sabía cómo salir de ahí. Pero Japón no tiene ni idea.
   
A pesar de su mucho más larga experiencia en estímulos monetarios, la economía de Japón sigue siendo lánguida y continuamente ha coqueteado con la recesión. A pesar de su fracaso, los líderes japoneses, especialmente el Primer Ministro Shinzo Abe (y su aliado en el Banco de Japón (BoJ), Haruhiko Kuroda), han reducido doblemente todas las apuestas anteriores. Esto ha significado que el estímulo japonés ahora está tomando ominosas dimensiones que aún están por verse aquí en los Estados Unidos. En particular, el Banco de Japón está considerando usar su presupuesto de Flexibilización Cuantitativa para comprar grandes cantidades de acciones de empresas japonesas que cotizan en la bolsa.
  
Así que para aquellos que aún tienen dudas, Japón nos está indicando hacia dónde lleva este gigante experimento monetario: hacia la deuda, el estancamiento y la nacionalización de la industria. Este es un destino con el que ninguno de nosotros, con la posible excepción de Bernie Sanders, debería estar feliz.   

El evangelio que une a los banqueros centrales alrededor del mundo es que la cura para la contracción económica es la creación de demanda. Tradicionalmente, ellos creían que esto podía lograrse simplemente bajando las tasas de interés, lo cual estimularía la adquisición de préstamos, el gasto y la inversión. Pero cuando eso resultó insuficiente para sacar a Japón de la recesión a principios de los 90’s, nació el concepto de Flexibilización Cuantitativa (QE). Al entrar activamente al mercado de bonos a través de la compra de valores a más largo plazo, la QE fue capaz de bajar las tasas de interés a lo largo de la duración entera del espectro, un resultado que la política monetaria convencional no podía lograr.  

 Pero desde aquel tiempo, la QE en Japón ha sido virtualmente permanente. Por desgracia, la economía de Japón no ha sido capaz de recuperar nada de su antigua salud económica. El experimento ha continuado por tanto tiempo que el Banco de Japón, ya posee más de 30% de los títulos de deuda pública en circulación. También ha aumentado sus gastos mensuales de QE al punto en que ahora excede la nueva emisión de deuda del gobierno (al igual que la mayoría de estímulos artificiales, los programas de QE necesitan agrandarse continuamente para producir algún efecto deseable). Esto ha dejado al Banco de Japón en extrema necesidad de algo más que comprar. Y ha puesto inevitablemente, la mirada en el mercado de valores japonés.

En el 2010, el Banco de Japón, empezó a comprar posiciones en la equidad japonesa de Fondos de Comercio de Intercambio (Exchange Traded Funds ETFs). Estos valores, que siguen el desempeño subyacente de la bolsa de valores japonesa en general, están a un paso de la propiedad de las propias empresas. Después de cinco años de la política, el Banco de Japón ahora posee más de la mitad del mercado de ETFs de la nación entera. Pero eso no le ha impedido que expanda el programa. En el 2014, triplicó su compra de ETFs a $3 mil billones de yenes por año ($25 mil millones), y el programa podría triplicarse de nuevo en el corto plazo. En tan sólo otro ejemplo de cómo la QE es una ventaja para la industria de servicios financieros, las empresas de inversión japonesas actualmente están emitiendo nuevos ETFs tan sólo para darle algo que comprar al Banco de Japón.

Sin embargo, estas compras no han demostrado ser especialmente eficaces en hacer mucho, con la excepción de posiblemente elevar los precios de las acciones de ETFs. Pero aún eso ha sido un arma de doble filo. Se supone que los ETFs sean el carro impulsado por los mercados (que funcionan como caballos). Pero tratar de mover al mercado a través de la compra de ETFs crea un nivel completamente distinto de distorsiones potenciales de los precios. También tiende a limitar el impacto de los poseedores de activos financieros, antes que a la economía en general. Por esta razón el Banco de Japón ahora está contemplando la acción más directa de la compra de acciones en empresas japonesas individuales.  

Estas compras permitirían al gobierno japonés acumular considerables intereses electorales en algunas de las compañías más grandes de Japón. La participación en el capital permitiría entonces, de acuerdo con un economista citado en Bloomberg, que la Administración de Abe demande que las corporaciones japonesas se adhieran a las prioridades del gobierno para los aumentos salariales y el aumento del gasto corporativo. El mismo economista sugirió que este “micro” estímulo proporcionado por las empresas controladas por el gobierno puede resultar más eficaz para estimular la economía que las “macro” adquisiciones de bonos del gobierno.

Estas posibilidades deberían aterrar a cualquiera que aún conserve alguna fe en el libre mercado. Los más de cuatro billones de dólares de bonos del gobierno comprados a través del programa de QE de la Reserva Federal desde el 2008 ahora se sientan en la cuenta de la Fed. Aunque estas compras pueden haber distorsionado el mercado de bonos, creado falsas señales a la economía y pueden vislumbrarse como un peligro para el futuro (cuando los bonos tengan que ser vendidos), son principalmente un medio de la monetización de la deuda, por lo que el gobierno se vende la deuda a sí mismo. Pero las compras de acciones implicarían una sigilosa nacionalización de la industria, y representarían un fuerte giro hacia el comunismo.

Muchos observadores estadounidenses se reconfortarán en la creencia de que los Estados Unidos ya han concluido su experimento de QE y en que ahora estamos yendo en la dirección opuesta, hacia una era de ajuste monetario. Pero esto es en gran medida, una mala interpretación la situación actual.

La economía estadounidense se está desacelerando notablemente, y a pesar de las afirmaciones continuas de la Fed de que el alza en las tasas es probable en un futuro muy cercano, yo considero que estamos atorados tan firmemente en la trampa de los estímulos como lo está Japón. La principal diferencia entre los E.U. y Japón, es que Japón empezó este “experimento” desde una posición económica mucho más fuerte. Japón era un país acreedor, con amplio ahorro interno y grandes superávits comerciales. En contraste, Estados Unidos empezó como el mayor país deudor del mundo, con un ahorro mínimo y enormes déficits comerciales. Así que si Japón, con su posición económica superior, no pudo librarse a sí mismo de esta trampa, ¿qué esperanza tiene Estados Unidos?

 Si la Reserva Federal no es capaz de elevar las tasas de cero, tampoco tendrá la capacidad de cortarlas para luchar la próxima recesión. Así que la próxima vez que se produzca una recesión económica (y una ya podría estar en camino), la Reserva Federal tendrá que lanzar de inmediato la siguiente ronda de QE. Cuando la QE4 resulte tan ineficaz como las tres últimas rondas, para crear un crecimiento económico real, la Fed puede tener que considerar las ideas radicales que contempla actualmente el Banco de Japón. 

Así que este es el final de la QE: la explosión de la deuda, distorsión financiera, estancamiento prolongado, recesión recurrente y la toma eventual del gobierno de la industria y la economía. Esta parece ser la alternativa preferida de los políticos y banqueros que simplemente se niegan a dejar que los mercados libres funcionen de la manera en que se supone que lo hagan.

Si las tasas de interés jamás hubieran sido manipuladas por los bancos centrales y la QE nunca hubiera sido inventada, los mercados podrían haberse purgado a sí mismos de las burbujas especulativas y las malas inversiones desde hace años. Claro que podríamos haber tenido una recesión más profunda, pero también podría haber sido mucho más corta, y podría haber sido seguida de una recuperación mucho más robusta y sostenible. 

En lugar de eso, Washington se ha unido a Tokio en el camino a Leningrado.


*Peter Schiff es un economista experto en los mercados de renta variable, divisas y metales preciosos reconocido a nivel internacional, que se ganó una gran reputación como director general y director de estrategia global de Euro Pacific Capital y que con frecuencia imparte conferencias sobre economía e inversiones alrededor del mundo. No solo ha recibido la atención de los medios de comunicación impresos, siendo a menudo citado en prestigiosas publicaciones como el Wall Street Journal, New York Times, Los Angeles Times, Barron's, BusinessWeek, TIME y Fortune, sino que también ha tenido apariciones regulares en medios audiovisuales como la CNBC, Fox Business, CNN, MSNBC y Fox News Channel. Además, cuenta con su propio programa de radio semanal, Wall Street Unspun y es autor de exitosos libros hoy convertidos en best sellers.SchiffOro.com constituye su primera incursión en el mercado hispano y publica con regularidad todo el contenido de Peter Schiff en español. Síguelo en Twitter y en Facebook. 

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