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viernes, 29 de abril de 2011

FUTURO REY ORO Y FUTURA REINA PLATA, LA FIESTA QUE AÚN NO TERMINA

Las últimas dos semanas han sido verdaderamente emocionantes para los mercados, pero sobre todo para el de metales preciosos.  Mientras que la Semana Santa y la de Pascua son para muchos de solaz y diversión, los centros bursátiles no dieron tregua. En particular llamó la atención lo que ocurrió con el oro y, por su espectacularidad, con la plata. La actividad de estos ha sido tanta o más activa que antes de los días feriados. Ayer mismo, ambos tocaron a la par, por primera vez en más de 31 años, nuevos máximos históricos. El primero dejó atrás la barrera psicológica de los 1,500 dólares por onza (1,538.35), y el segundo rozó los 50 dólares (49.51).

Y es que si bien el metal amarillo no ha dejado de acumular un largo historial de nuevos récords, la plata había permanecido “dormida” la mayor parte de la década, alejada de la atención de los inversionistas que, a causa de su bajo precio, la tuvieron menospreciada por largo tiempo. Este típico error de la mayoría de los inversores –incapaces de detectar la oportunidad de compra precisamente por su subvaluación, generó enormes oportunidades a los que sí las vieron: en lo que va del año, su precio se ha disparado casi 60 por ciento.

Los amables lectores de este espacio, recordarán que desde la aparición de Inteligencia Financiera, expusimos las ventajas que ofrecía la plata para quien gusta de invertir en valor, así como las bondades de la pospuesta monetización en México de la onza Libertad.

Hoy, todo y nada ha cambiado. Todo porque la plata ya no está a menos de 10 dólares como en 2008; y nada, porque pese a los agoreros que pregonan que la “burbuja” de las commodities está cerca de explotar, la realidad es que estamos quizá apenas a medio camino en su “bull market” (mercado alcista).

Para quien tenga duda, valdría la pena que revisara las cantinflescas declaraciones del presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, que en un hecho insólito sostuvo el miércoles una conferencia de prensa posterior a la reunión de su Comité de Mercado Abierto. Si bien por un lado dejó claro que la fase dos de su programa de impresión monetaria (QE2) terminará en junio, lo cierto es que reconoció la inocultable desaceleración de la economía estadounidense, que se reflejó en los decepcionantes datos de crecimiento del PIB en el primer trimestre (1.8%).

Asimismo, echó por tierra las voces de los que auguraban una pronta subida de tasas de interés, y reiteró el compromiso de mantenerlas casi en cero “por un periodo prolongado”.

Si a ello sumamos los inminentes recortes presupuestales que tendrá que asumir Obama ante el embate republicano, ¿alguien tiene duda de que sólo es cuestión de tiempo para el anuncio de una nueva inyección de liquidez QE3? ¿O acaso también pasó de noche que los chinos ya dieron visos de querer deshacerse de dos terceras partes de sus reservas de dólares?

En este sentido, la debilidad de la divisa norteamericana es sintomática. El Índice Dólar está en su nivel más bajo desde 2008, y su caída libre la vemos en el país con el espejismo del “súper” peso, que ayer se situó en 11.54 por billete verde. El dúo fatídico del secretario del Tesoro, Geithner y Bernanke, podrá decir que está en su interés un dólar fuerte, pero sus hechos demuestran lo contrario. Su complacencia ante esta circunstancia, abona a las condiciones que permitirán que se sigan encareciendo materias primas indispensables como los alimentos y los combustibles.

Por todo eso, hoy que los reflectores de los medios apuntan hacia Londres por el enlace matrimonial de William y Kate, valdría la pena no distraerse del hecho de que, pese a las habituales correcciones en el camino (como la que podría darse pronto), la fiesta del oro y la plata está lejos de terminar. Sin duda, llegará el día en que con su empoderamiento, ambos monarcas recuperarán la corona que por la naturaleza de las cosas, siempre les ha correspondido. Más que futuros rey y reina, volverán al lugar del que nunca debimos de haberlos movido.

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