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viernes, 14 de enero de 2011

PESO VS. DÓLAR: LA DEVALUACIÓN QUE MATA DE HAMBRE

Dice un clásico que aquel que engaña, siempre encontrará alguien que se deje engañar. Para el caso de la economía, esas palabras aplican a la perfección. 2011 inició con protestas de todo tipo en contra del alza de precios de mercancías y servicios. Existe pues un claro sentimiento de enojo e impotencia, que no encaja con el optimismo de muchos gobiernos que insisten en clamar la existencia de una recuperación que no se percibe.

En medio de esta niebla de mentiras, conviene ser cuidadosos cuando nos hablan de términos como los de “devaluación” e “inflación”, para evitar caer en la trampa. Y es que en los tiempos actuales, uno corre el riesgo de dejarse llevar, por ejemplo, por la apreciación del tipo de cambio peso/dólar (que esta semana alcanzó niveles mínimos que no se veían desde octubre de 2008), y creerse el cuento de la recuperación. Lo mismo en el caso de la supuesta “inflación controlada” o nula, que de existir, no generaría descontento popular.

Debemos tener claro que la baja del dólar, obedece a las políticas de “relajamiento cuantitativo” (en español, impresión masiva de dinero) de su banco central (Fed). Esa creación de dinero, es inflación pura que luego se manifiesta en los precios. En un ambiente de tasas de interés manipuladas hacia cero por ciento, esa liquidez empuja a los capitales en su lógica de buscar con desesperación, nuevos destinos para la obtención de rendimientos.

México ha mantenido –también de modo artificial, tasas más altas que por supuesto, nos convirtieron en uno de los destinos favoritos de esos flujos especulativos. No por nada en 2010, los recursos de extranjeros en el mercado mexicano de bonos gubernamentales, se dispararon casi 90 por ciento para imponer un récord de 22.3 mil millones de dólares.

Banco de México (Banxico) se quedó cruzado de brazos en momentos en los que estos influjos extraordinarios y anormales, exigían bajar los tipos de interés. Hoy, ese irresponsable temor de actuar mantiene sobrevaluado al peso, y manda señales tergiversadas a ciudadanos e inversionistas.

Estos últimos sacarán todo el provecho posible mientras dure, pero no titubearán en reaccionar cuando la casa de naipes se tambalee. En este espacio pensamos que, con estas presiones cambiarias, Banxico reforzará pronto sus compras de dólares (imprimiendo pesos), para comenzar a depreciar paulatina pero consistentemente al peso frente al billete verde; un nuevo frente en la Guerra de Divisas.

Pero, si el tipo de cambio no es un indicador fiel de la verdadera devaluación que sufrimos, sí lo es en cambio el precio de las commodities o materias primas (metales, café, petróleo, gas, etc.).  Evidencias sobran. El oro por ejemplo, cerró el año con una ganancia en dólares de alrededor de 30 por ciento; la plata, de 80 por ciento.

Hacemos un paréntesis para recordar que esta columna, es una férrea defensora de la propuesta de monetizar la onza de plata Libertad para fomentar el ahorro en México. Estos resultados nos ayudan a explicar el por qué es una manera sencilla y práctica de proteger nuestro poder adquisitivo.

Ahora bien, la mayor preocupación no llega por el lado del alza en los metales preciosos, sin los cuales todos podemos vivir. No. El peligro más grande se encuentra en la imparable escalada de precios de otras commodities indispensables para vivir: los alimentos. La ONU ha lanzado ya una alerta de “crisis alimentaria” que, sobra decir, pegará más a las naciones y personas más pobres. No es casual que el índice con que la FAO mide los precios de productos agropecuarios base (cereales, carne, azúcar, etc.), se encuentre en su máximo desde que comenzó a elaborarlo hace 20 años.

¿Podrán explicarnos cómo es que la economía se está recuperando, mientras los billetes y monedas que cargamos cada día compran menos? Esa, la devaluación que mata de hambre, es la que debe ocupar toda nuestra atención. Ayer mismo, la CANACINTRA anunció inminentes aumentos en bebidas y alimentos, una historia sin fin.
Por eso, la disputa Peso vs. Dólar, en tanto que peleadores de papel, ya es secundaria. Ambos están perdiendo valor a un ritmo vertiginoso e irrefrenable frente a activos reales como las commodities, que afectan directamente la vida cotidiana de millones de habitantes del planeta. En esta ocasión, la devaluación del billete verde nos arrastra con él.

El panorama no cambiará pronto, menos aún con los crecientes déficits fiscales y “estímulos” que seguirán en Estados Unidos. Así que señor presidente, en vez de decir que la economía “está más fuerte que nunca”, debería admitir que el crecimiento del PIB se lo debe a Barack Obama y sus absurdas políticas keynesianas, que tienen a su país al borde de una cesación de pagos y de la próxima Gran Depresión.


Guillermo Barba

Twitter: @memobarba

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